Así se autodefine el sitio por el que pasé ayer para escuchar buena música.
En mitad del Down Town de Memphis (el "casco antiguo", por decirlo de alguna forma), se encuentra una oda a la música ochentera americana y a Michael Jackson en particular. Raiford's, se llama. Un lugar con alfombra roja y entrada en la que te puede oler la cantidad de años que tiene el local, y que diariamente abre sus puertas para hacer las delicias de los turistas, como yo, y los aborígenes memphisianos que gustan de pasar un buen rato.
Nada más entrar en el local, todo es humo artificial y luces de colores, para centrar una pista de baile (con una barra en mitad, de esas, para hacer showgirls, que cada uno que baila por allí utiliza a su antojo). Eso sí, en mitad de la pista de baile, ni bebidas ni tabaco, porque es una zona acotada y a la entrada hay un afroamericano de casi 2 metros, con una placa y una pistola en el cinturón...
Desde la mesa de mezclas, el gran Robert Raiford, que da nombre al sitio, pone canciones de Michael Jackson sonriendo con sus 4-5 dientes de oro y sus colgantes, su peluca de rizos, impecable y su traje verde y dorado, al más puro estilo de una estrella del Pop. Comenta todas las canciones, vibra con la música que pone, y permite que subas a hacerte fotos con él. Él en sí es una estrella. Y con su hija Paula (la que te cobra a la entrada), regentan este lugar, en el que las paredes están pintadas con huellas de manos y se puede leer en letras bien grandes: "NO DISCRIMINATION".
Por supuesto, un montón de chicas afroamericanas invaden la pista de baile. Bailan entre ellas y lo hacen con el gusto de quien siente ese tipo de música con toda su alma, su "soul". Una de ellas celebra su cumpleaños y viste, como es reglado, una pequeña diadema de brillantes y de la solapa de su cazadora vaquera, cuelgan, sujetos con imperdibles, un pequeño fajo de billetes de 1 dolar, que la gente le regala, para felicitarla.
Al otro lado, unas chicas blancas, celebran la despedida de soltera de una de ellas. Por todos lados, afroamericanos, jóvenes y ancianos. Sonríen cuando pasas y siguen bailando. Aquí no hay malos rollos.
En uno de los laterales de la pista de baile hay una batería. Una batería con sus baquetas, que cualquiera puede tocar, sentarse un rato y deleitarse pegándole a los parches. La música está lo suficientemente fuerte como para que solo escuche la batería el que la toca y los que más cerca están.
Cuando abandonamos el local, nos acercamos a saludar a Robert Raiford, quien con una sonrisa "dorada" nos grita en medio del humo, las luces y el jaleo "give me five!". Y eso hacemos, con él y con la que podría ser nuestra abuela (probablemente su mujer o incluso su madre...), que está junto a él.
Al salir, pasando por Beale Street, cuatro coches patrulla de la policía de Memphis, surcan la calle, con luces y sirenas, mientras advierten por el altavoz de los coches: "Beale Street está cerrada, métanse en un club o en sus coches. Gracias". Pues nada, "pa" casa.