Resulta bastante curioso la cantidad de masas humanas que se pueden mover convocadas por lo que unas ondas electromagnéticas propulsadas a través del aire son capaces de transmitir hasta una pantalla de televisión, justo a escasos centímetros de donde acaban tus pies, en el sofá de tu casa.
El sábado vi a Bisbal en directo. No me avergüenza decirlo, puesto que es un artista que -aparte del programa Operación Triunfo- se ha ganado su fama a pulso. Es un buen intérprete, tiene una buena voz, tiene mucho carisma y es cariñoso con su gran público. Con un puntito de "garrulo" que hace que parezca un tío con los pies en el suelo. Me gusta Bisbal.
Lo que no me va gustando nada es la fábrica de los llamados "triunfitos" actuales. Me da mucho coraje que haya un negocio oculto, detrás de las ilusiones de unos chavales que quieren, pues eso, triunfar. El programa, al cual he sido asiduo durante algunas temporadas, me parece que ha perdido mucho de lo que tuvo en un principio. Ahora la gente se conforma con escuchar las gilipolleces que el tal Risto suelta al final de cada programa. Y yo las veo, ¿eh? Para escribir esto, necesariamente las he visto.
Veo innecesaria la secuencia: hago un casting-te meto en el programa-me cachondeo de ti. Pero esto es negocio. Pasta. Billetes. Taco. Lo que menos importa en Operación Triunfo (OT, como dice la gente ahora) es el talento que aquellos Bisbal, Rosa, Chenoa y compañía derrochaban. Lo que importa ahora es ridiculizar a los concursantes. Eso vende más.
Y creo que los que más están haciendo el ridículo son Risto y compañía. Ellos solitos. Nadie más.
jueves, 30 de abril de 2009
lunes, 20 de abril de 2009
Querer es poder
Al parecer el profesor Stephen Hawking está muy malito.
El hombre va a pasar la noche en el hospital que le toque (o el que pague) en el Reino Unido.
"Aunque había una nube sobre mi futuro, descubrí para mi sorpresa que estaba disfrutando la vida en el presente más de lo que lo había hecho antes. Empecé a avanzar en mi investigación". Fueron las palabras que él mismo citó cuando le diagnosticaron la Esclerosis Lateral Amiotrófica que padece.
La imagen que todos tenemos de él, es la de un tipo entumecido, medio recostado en una silla de ruedas ultramoderna y con una voz electrónica. Aquí os dejo una imagen que he encontrado de él y que me gusta. Es antes de su deterioro físico.
Pero es probablemente uno de los científicos contemporáneos más importantes. Quizá sea una prueba de que todos estamos en equilibrio. Lo que se nos da de sobra por un lado, por el otro se nos quita.
De cualquier forma, es la prueba, el Dr. Hawking, de que estando en una silla de ruedas, sin poder moverse, sin voz, tan sólo moviendo un dedo, se pueden remover hasta los cimientos de la ciencia. Querer es poder.
¿Qué no podremos hacer nosotros, que podemos movernos, tenemos voz y la suerte de vivir día a día? Todo podemos cambiarlo.
Que se mejore.
viernes, 17 de abril de 2009
Lo que sabe el patio del Pino
El patio del pino, sabe mucho. Tiene muchos, muchísimos años. El pino que lo corona, es alto como un edificio de 4 ó 5 plantas. El suelo, a sus pies, tiene las losas resquebrajadas porque las raíces ya lo infiltran todo.
Si el patio del pino hablara, hablaría de Campano, de Salesianos y de jóvenes. Hablaría de conversaciones importantes, de problemas y perdones. Hablaría de tardes soleadas y mañanas lluviosas. Y te susurraría al oído que ¡Cristo Vive! con la fuerza de tres mil cañones explosionando.
El patio del pino está en el colegio salesiano de Campano en Chiclana de la Fronter, Cádiz. Todos los años, mientras la semana santa andaluza da sus últimos coletazos, un grupo de tarados y soñadores llamados cristianos, nos reunimos en este agradable espacio para celebrar la Pascua. La fiesta más grande de la cristiandad. El hacer realidad en nuestras vidas, que Cristo Vive, que no murió en una Cruz. Que después de tanta mierda en esta vida, hay esperanzas. Hay algo más.
Y cada año alucino con la gente joven que acude a este tipo de encuentros.
Jóvenes que vienen a celebrar su primera pascua.
Por eso hace unos meses hice la promesa a María Auxiliadora, a Don Bosco, a mi familia, a mi novia, a todo el mundo y a Dios, de que siempre estaré al servicio de los jóvenes. Donde sea, cuando sea. Un "Sí" perpetuo.
Y cuando me rodeo de estos jóvenes alegres, con ganas de vivir, yo también tengo más ganas de vivir. Y soy más yo. Va con el carácter.
Gracias a todos.
Si el patio del pino hablara, hablaría de Campano, de Salesianos y de jóvenes. Hablaría de conversaciones importantes, de problemas y perdones. Hablaría de tardes soleadas y mañanas lluviosas. Y te susurraría al oído que ¡Cristo Vive! con la fuerza de tres mil cañones explosionando.
El patio del pino está en el colegio salesiano de Campano en Chiclana de la Fronter, Cádiz. Todos los años, mientras la semana santa andaluza da sus últimos coletazos, un grupo de tarados y soñadores llamados cristianos, nos reunimos en este agradable espacio para celebrar la Pascua. La fiesta más grande de la cristiandad. El hacer realidad en nuestras vidas, que Cristo Vive, que no murió en una Cruz. Que después de tanta mierda en esta vida, hay esperanzas. Hay algo más.
Y cada año alucino con la gente joven que acude a este tipo de encuentros.
Jóvenes que vienen a celebrar su primera pascua.
Por eso hace unos meses hice la promesa a María Auxiliadora, a Don Bosco, a mi familia, a mi novia, a todo el mundo y a Dios, de que siempre estaré al servicio de los jóvenes. Donde sea, cuando sea. Un "Sí" perpetuo.
Y cuando me rodeo de estos jóvenes alegres, con ganas de vivir, yo también tengo más ganas de vivir. Y soy más yo. Va con el carácter.
Gracias a todos.
jueves, 2 de abril de 2009
Una película de Ben-Hur
En homenaje a los misioneros salesianos,
que cada día que pasa, se dejan la piel a tiras
en los sitios más recónditos de este planeta.
Este relato que hoy os pongo está basado
en hechos reales, pero los nombres son invención así como la ciudad donde se desarrolla.
Va por ellos.
El Land-Rover pasó a toda mecha por la curva de aquella sabana, levantando una polvareda seca que ascendía hasta el cielo azul.
- Vaya sorpresa le daremos a los críos, MonPère - exclamó con entusiasmo el joven Julián.
- Pues sí. Y no sólo eso. Según me dijeron, en las cajas hay también polvorones de Estepa. No veas la que vamos a formar, comiendo polvorones en el Congo - reía Manolo, dando botes en el asiento con los baches del camino.
En su interior los salesianos Julián Pérez y Manolo López, madrileño y jiennense, se disponían a cruzar las aldeas periféricas de Goma, una ciudad del Este de la República Democrática del Congo.
Caía la tarde ya sobre Goma, cuando llegaron a La Misión, ante la mirada aburrida de los cascos azules de la ONU que vigilaban la entrada y salidad de la ciudad.
Una nave con muros frágiles de ladrillo y un techo de uralita, constituían el núcleo central de aquella Misión Salesiana. Igual servía de capilla, que de teatro o para resguardarse en los días -escasos- de lluvia. En los muros, según qué lado, se adivinaban balazos de recientes trifulcas y ataques enloquecidos contra todo y contra todos. Muy de moda en Congo. La otra parte, era una edificación más pequeña pero más moderna, que servía de casa para los cuatro salesianos y un cocinero que formaban la Misión de San Domenico Savio.
Al entrar por la calle principal de la ciudad, una legión de críos de entre dos y dieciocho años, se avalanzaron sobre el vehículo. Manolo tocaba el claxon, lo que divertía mucho a aquellos negros zumbones. Angelitos negros.
Poco a poco y con ayuda de aquella tropa eufórica comenzaron a bajar del coche cajas y cajas que habían ido a recoger a la oficina de correo. Las cajas venían de Andalucía, generosas donaciones ofertadas por antiguos alumnos y ciudadanos conmovidos.
Y en una de las cajas, la sorpresa. Una tele con DVD. Algo impensable para aquellos desheredados, olvidados de Dios. Todos los críos se acercaban y tocaban aquella pantalla de plasma con sus sucios dedos. También las moscas se unieron al festín y revoloteaban contentas alrededor de la misma.
- Habrá que hacer algo esta noche, Manolo - confesó Julián, completamente revolucionado por la sorpresa que había despertado en los niños, la existencia de un aparato plano con cables.
- ¡Mira esto! - decía distraído Manolo, mientras abría una de las últimas cajas. Era una versión de Ben-Hur, edición dorada, para coleccionistas. Venía en DVD y estaba sin abrir. El típico coleccionable de los domingos.
Dicho y hecho. Tras la cena (el que pudiera) y la oración, Manolo puso en marcha la motocicleta modelo Vespino R9, a la que conectó el generador de electricidad. Meses antes, los grupos de maï-maï (guerrilleros locales organizados como brigadas paramilitares de autodefensa), destrozaron el tendido eléctrico y con ello, las posibilidades de tener electricidad para "ocio" quedaron absolutamente reducidas al generador y a la motoVespa.
La tele se pudo conectar y un regimiento de unos ochenta críos se dispusieron alrededor. Los más pequeños, de uno y dos años primero, y los mayorcitos detrás.
Todos aquellos seres quedaron absolutamente maravillados con la sintonía de inicio de la película, pero como estaba en castellano, a la media hora se empezaron a escuchar ronquidos (de los más pequeños fundamentalmente) y una hora después, el 95% de la población del Congo residente en la Misión Salesiana de Goma, estaban dormidos.
Lo mejor aún estaba por llegar. A una hora prudente (sin ver el final y la carrera de cuádrigas), los salesianos creyeron conveniente apagar el invento y las madres se dispusieron a llevarse a sus críos. Pero claro, no había luz y encima todos eran negros. Pasó como otra hora entre que las madres se agachaban a intentar identificar a sus hijos dormidos, en el albero de tierra y piedras de aquel bendio cine de verano improvisado.
Mientras todos iban a casa, como banda sonora, de fondo, se escuchaban algunos tiros aislados.
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