martes, 30 de diciembre de 2008

Oh, Jerusalén


Otra vez tú, Tierra Santa. ¡¿Cómo puede ser Santa una Tierra donde piedras y misiles conviven a diario?!

Si vais a Israel y sois estudiantes, por ejemplo, ya sabéis que de camino a la Facultad a las seis o las siete de la tarde (o a cualquier otra hora del día), empiezan a sonar las sirenas y tienes que buscar un sitio como loco para resguardarte. Tienes, en concreto, de 15 a 45 segundos para esconderte (según el misil, estalla antes o después de que empiece a sonar la alarma). Y así, puedes encontrarte una calle con ejecutivos de corbata y maletín agachados como si nada, al lado de un coche, viviendo esa situación con normalidad. Como si estuvieran esperando el Metro en la parada de Callao y con la cara de circunstancias de ir mirando el Campo del Sur en el autobus número 7 de Cádiz.

Si vais a Palestina y tienes una familia e hijos, ya sabes, procura no asomarte demasiado por donde están tus paisanos con el fular ese de cuadritos, tirando piedras a los tanques, porque si te pillan, la has cagao. Y aunque no te pillen, da igual, los israelíes tienen ya bastantes tanques y misiles para volarte la casa y matar, así al tuntún, a 5 de tus hermosas hijas.

A la mierda el conflicto. Y a la mierda la Tierra Santa. Si mueren niños y da igual, me importa un carajo de quién sea el muro de Gaza, Cisjordania y su puñetera madre.

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