Que quede claro antes que nada, que soy médico y EL TABACO, MATA.
Mil millones de enfermedades descritas asociadas al abuso adictivo a este cilindro de papel con muchísimas mierdas y nicotina.
Pero no me puedo negar a fumarme un cigarro cuando voy a Cádiz, frente al mar. Cara a cara, Cádiz y yo. Ella juega con mi humo y me lo dispara en bendita sea la dirección del viento. Y tampoco me niego un cigarro con un buen vino, cuando estoy con mi familia cuando vamos a tomar algo a algún bar, y a contarnos las cosas que pasan en estos 600 kilómetros que nos separan.
No concibo el salir de quirófano a la madrugada y no premiarme con ese cigarro que me fumo en la puerta del hospital, mirando al cielo y dando gracias a Dios y a los Santos, por poder vivir de curar a los demás, mientras yo, con mi cigarro, voy ensuciándome los pulmones uno y otro día más.
Y ahora últimamente, no me puedo quitar el cigarro último del día. El que echo en el balcón de mi casa, mirando las estrellas y la Luna, como un gato sobre el tejado, relamiendo mis nervios, y pensando en tu cara, en cómo serás y a qué sonará tu voz. Y en ese último cigarro del día, sabiendo que me estoy envenenando, siempre acabo con una sonrisa, pensando en ti.
2 comentarios:
Yo me conformo con que no saque la cabeza del padre...jajajajja...pues preciosa, no puede ser de otra manera...
Yo dejé de fumar hace ya 5 años, bendita la hora!!!! y tambien estoy deseando de verle la cara, que no me creo todavia que vaya a ser titaaaa. Besos.
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