No voy a hablaros de ética ni de religión. No.
Cuando era pequeño - hablo ya como el abuelo cebolleta – había un evento que no podía faltar, paralelamente al Trofeo Carranza. Era ir con tus padres a dar un paseo por Cádiz y pararte en el escaparate de Confecciones Moral. Ese escaparate tan elegante, de principios del siglo XX, con esas letras doradas y grandes. Yo me iba haciendo un hueco entre los otros niños y mayores, con mis codos, hasta llegar a tocar el cristal del escaparate con la punta de mi nariz y soltar el vaho delante de los tres trofeos, con sus banderines, balones y copas de fino. Todos los niños estábamos extasiados delante de tan semejante combinación de colores amarillo y azul con el plateado brillante de los trofeos impolutos.
Luego, de más mayor, Moral se convertía en una referencia al evento prepuberal más importante de aquellos años, que era – cómo no – tu Primera Comunión. Chaqueta azul con corbata, marinero, sargento o teniente general del Ejército del Aire. Todos queríamos llevar uno de los trajes que Moral nos dejaba delante de las narices.
Y aún hace un par de años, no tienes más remedio que ver sus fracs y trajes de chaqueta, que se convierten en referencia para tu boda o alguna fiesta para ir “arregladito”.
Moral cierra, o cerrará, sus puertas el 1 de octubre de este año, dejándome en el tintero de los caprichos escondidos el no haberme hecho una camisa a medida allí, con mis iniciales en el bolsillo. Un capricho.