Así, queridos míos, dicen los ingleses, dosmil ocho. Doscientos-ocho. Más o menos.
Si hacemos un balance rápido de este año que se nos va, puedo decir:
- Enero: Nació Carmencita y en mi casa estrenamos el Sing Star que tanta ilusión le hizo a Mari
- Febrero: Carnaval de Cádiz. Sacamos El retorno de Epi y Blas y fue un pelotazo.
- Marzo: Tuvimos nuestra maravillosa Semana Santa gaditana, que también fue buena. Cargué este año el Cristo del Descendimiento (con bronca incluida...) y la Virgen de los Dolores de Servitas. Por supuesto, también el Bando de la Huerta, inmejorable.
- Abril: hice un curso de laparoscopia en Burgos y me empecé a dejar barba.
- Mayo: Volvimos a casa por María Auxiliadora.
- Junio: Visitamos Zaragoza para la EXPO y el congreso de la SECP (Sociedad Española de Cirugía Pediátrica)
- Julio: Nos fuimos de viaje a Garmisch-Partenkirchen.
- Agosto: Tuvimos unas minivacaciones en Cádiz, fantásticas.
- Septiembre: Decidimos que Apartamur se nos quedaba pequeño y nos cambiamos de piso.
- Octubre: Nació Javilín. El niño más esperado por todos los habitantes de la buena y fértil Región de Murcia.
- Noviembre: Visitamos Granada y volví después de mucho años, a la Alhambra.
- Diciembre: Cumplimos 10 años de novios. Han sido unas navidades raras, sin pisar mucho Cádiz, pero gracias a Dios, estamos todos bien con salud (bueno, Mari, resfriada), y con muchas ganas de afrontar y mejorar en el 2009.
Gracias a este 2008 que ha sido un año muy bonito y con muchas emociones. Y espero que el 2009 no se quede atrás.
Y a todos vosotros, que sea el mejor año de vuestras vidas.
FELIZ AÑO
miércoles, 31 de diciembre de 2008
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La noche desvelada como su propia luna
trae los espejismos de un coro renovado
de fantasmales ubres: tenues sombras plateadas,
el agua perezosa de luz cabeceando,
los pescadores sobre el puente equilibrista,
el arco iluminado de Cádiz, San Fernando,
los Puertos, desde el coche que añade escalofrío
o vértigo al silencio y se va recreando
en decirnos que todo es fugaz y que tiene
los pies de piedra o plomo, él, tan felino o pájaro,
y que a la muerte nunca dará alcance, razón,
mensaje de ironía, mientras que está amagando
la plenitud y el pecho respira misteriosamente
la dicha rara de sentirse integrado,
fiel de la creación, centro del mundo,
arquitrabe del templo. Y detrás de los faros
de los coches que pasan en dirección vacía,
como nosotros, alguien se estará preguntando
lo mismo y sentirá la misma sensación,
espíritu de luna, hombre de sed marcado
por la misma ansiedad de tener sitio propio
de conciencia en la muerte, voz en el otro lado
y a ser posible el cuerpo, el cuerpo tan preciso
para ser uno mismo, no tener mutilado
el espíritu: boca con que se alcanza el cielo
inexistente; ojos que cuando miraron
con amor gala hicieron la pena, dedos puros,
inocentes de ser caricia, arrebatado
piano de ternura. Y esa coincidencia
en la necesidad de quienes viajamos
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perdidos, dando vueltas a la noche cortada,
como entre punta y punta la bahía, en su tramo
profundo, aclaratorio y vedado, es deseo
que cita a la esperanza, antesala y presagio
loco de eternidad, forma de asirse
no a un mundo prometido, a éste en el que rotamos,
mirlo blanco imprevisto que nos ungió de amor,
pasión de la materia, rebelión del Espacio.
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