jueves, 6 de noviembre de 2008

Johnny Smith

[A continuación, hago una adaptación propia de la novela de Stephen King, La zona muerta]

Johnny Smith era un buen profesor. Lo hubiera seguido siendo de no haber ocurrido aquel accidente la noche en que sacó a pasear a Sarah.
Aquella noche, Johnny dejó a Sarah en la puerta de su casa, tras haber pasado por la feria del pueblo, y haberle sacado los colores al dueño de la Ruleta de la Fortuna. En veinte minutos apostando, dejó en bancarrota dicho puesto. Johnny se dio cuenta entonces de su valioso don para la clarividencia.
Pero aquella noche, el taxi que le llevaba hasta su casa, tras dejar a Sarah, sufrió un aparatoso accidente. Resultado: tres muertos y uno en coma. ¿Quién estaba en coma? Johnny.
Así se pasó cuatro años y medio de su vida. Un joven de veintitrés años que despertó del coma (cuando nadie, ni siquiera sus padres, lo esperaba), a los veintisiete.
Cuando despertó de su coma, sufrió otras tantas operaciones, para alargar ligamentos y mucha, mucha rehabilitación.
Y entonces, apareció su don.
El doctor, neurólogo, Sam Wizack le estrechó un día la mano, dándole la bienvenida al mundo de los mortales, y entonces ambos percibieron algo raro. El doctor, una pequeña descarga eléctrica. Johnny, unos segundos en los que toda la vida del doctor Sam Wizack pasó por delante de sus narices. Fue capaz de saber dónde se hallaba su madre (supuestamente desaparecida durante la Segunda Guerra Mundial), viviendo actualmente.
Por alguna razón, había palabras que, tras el coma, no podía recordar. Decía entonces que se situaban en "La zona muerta". Una zona, donde Johnny no encontraba significados y asociaciones. Pero podía saberlo todo de alguien, con sólo tocarle la mano.
Peligroso don. Pronto la multitud se hizo eco y empezaron a llamarlo y a mandarle objetos inanimados de la más diversa procedencia para que Johnny encontrara el paradero desconocido de sus poseedores.
En aquella época estaban de elecciones, como ahora, en los Estados Unidos. Y Johnny fue a ver uno de los mítines de un tipejo de New Hampshire, llamado Greg Stillson. Durante el típico paseíllo de los políticos saludando y repartiendo flores, Stillson le dio la mano a Johnny. El terror se apoderó de los dos. De Stillson, por la pequeña descarga. De Johnny, porque vio que el hombre que tenía ante sí, iba a ser el Pesidente de los Estados Unidos de América y llevaría a su país y al mundo entero, a una guerra nuclear terrible, destrozando todo aquello por lo que los humanos habían luchado durante siglos. Entonces, desde la zona muerta, brotó la idea preconcebida como una vocación llovida del cielo de lo que Johnny debía hacer. Debería matar al futuro Presidente de los Estados Unidos.

Me ha gustado mucho la novela de Stephen King, y por eso hoy me he atrevido a usurparla. A contárosla, porque no se me ocurría nada mejor que contar. Y porque viene al pelo con el flamante nuevo Presidente. Y aunque no queramos mirar más allá de Nuestro Querido Presidente de España, Barack, en parte, decidirá sobre muchas cosas que nos afectarán a todos. Eso es así. Siempre ha sido así, desde hace mucho tiempo.
Ojalá pudiésemos ser como Johnny Smith y ver qué tal será el mundo después de Obama.

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