Tiene sólo 3 años. Quiere ir corriendo a todos lados. Y el pasado jueves tuvo la mala suerte de que una valla de hierro se tropezó en su camino. Resultado: dos heridas en el mentón. Que traducido resulta, la típica herida de todas las guardias. Todos los niños nos caemos igual y nos solemos hacer las mismas heridas. No cambia.
Pues Iván, con sólo 3 años, se tumbó en la camilla, llorando por supuesto, y llamando a su madre, que estaba esperando fuera. Yo, que estaba de guardia, dispuse el equipo estéril sobre la mesa. Lo necesario para suturar las dos heridas: un porta, unas pinzas, unas tijeras, un Vicryl de seis ceros. Mientras iba preparando mi material, le hablaba a Iván y le dije que fuera pensando en un regalito para cuando acabáramos de curarle. Él siguió y siguió llorando.
Infiltré la anestesia en los bordes de la herida y más hilillos de sangre, brotaron de forma secuencial. Más gritos y más llantos. Y la misma cantinela. Ve pensando en algún regalo que quieras para cuando acabemos. La cosa es mantener la mente ocupada.
Al final, las dos heridas suturadas, unos steri-strips cubriéndolas e incorporamos a nuestro pequeño paciente de la camilla para devolverlo a sus padres.
De pronto, el llanto cesó. La cara del niño se tornó del rojo congestivo al color más sereno, los ojos siempre llorosos, pero ya no había señales de dolor ni de rabia. Lo cogí en brazos, y con una improvisación genial, me acercó las dos manos a mi oído, mientras me susurraba en un lenguaje ininteligible algo que yo interpreté como un calificativo tipo "tonto", "malo", de un niño de 3 años hacia la persona que le había hecho sufrir durante unos minutos.
- "No te entiendo, Iván", le respondí, mientras me reía nervioso, con esa risilla del que no tiene hijos y no sabe qué cojones te está diciendo un crío tan pequeño.
Otra vez las manos a mi oreja, y el susurrante ruído que volvía a no comprender, pero esta vez estaba seguro que no era ningún adjetivo calificativo. Demasiado largo el comentario para serlo.
Pero allí se encontraba una compañera, enfermera y madre, que con su sentido de la audición, muchísimo más fino y entrenado que el mío, me supo decir:
- "Creo que está diciendo no se qué de un Rayo McQueen" - me dijo riéndose.
Un Rayo McQueen. La primera vez que escuchaba ese nombre. ¿Qué es un Rayo McQueen? Porque imagino que no tendrá nada que ver con Fredie Mercury ni con el equipo de fútbol de Vallecas. Por supuesto, las enfermeras y auxiliares de Urgencias, madres y con instinto de conocer los dibujos animados del momento, me informaron que el Rayo McQueen es el coche protagonista de una película de animación. Yo la había visto anunciada en trailers y demás, pero no sabía el nombre de ese gracioso coche rojo.
Ahhhhh, ya entiendo. Mi querido amigo y paciente, Iván, había soportado estoicamente aquel dolor, a pesar de sus llantos, para al final, recoger su premio. Eso lo había entendido perfectamente. Ya había pensado en el regalo que recogería cuando acabáramos de curarle. El Rayo McQueen. Los niños son geniales.
3 comentarios:
"Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros"·
De verdad que son geniales.
Un besazo.
¿Que Quien es Rayo MacQueen?
Pero si es un pedazo carraco
Mas grande que chikito,te dá cuen?
Y que el traje espacial de Astraco
Menos cursos de Cirujanos
Y congresos desmadrados
Y mas ver cosas de enanos...
¡Que grandes los dibujos animados!
El poeta tiene alma de niño
y jugando con ellos se divierte
Sufro sacandoles los piños
pues sus bocados son muy fuertes.
Oscar, que grande eres coño!
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