Dachau fue uno de esos "campos" llenos de casetas grandes. Y lo crearon esos señores gobernados por el Furias. El único "pero" que se le podía poner a ese campo, es que la gente siempre estaba muy triste. Ah, y que todos llevaban pijamas de rayas en aquel lado de la alambrada. No sé si John Boyne lo hubiera relatado así en su bonito libro "el niño con el pijama de rayas". Una delicia, dentro de todo el drama.
Pues bien, este verano tuve la oportunidad de visitar Dachau. Ana, Mari y yo, quedamos perplejos de lo abiertas que están las heridas allí. Hay silencio y un cielo gris plomo que te hace mirar alrededor e imaginar todo el dolor que sale de entre las piedras. Son tres millones de voces las que, desde sitios como Dachau, Auschwitz y otros más, se apagaron. Aparentemente. Porque allí, en Dachau, se siguen escuchando los gritos y los llantos. Es imposible no oírlos.
Os invito a que visitéis Dachau. No debemos olvidar. No. Aquí la semana pasada, el Juez Garzón ha intentado reabrir los sumarios de los que murieron en "nuestra" Guerra Civil (es muy vergonzoso tener que decir "nuestra", pero...).
Ha habido quien ha dicho que es "mejor no reabrir las heridas del pasado". Y leí que alguien decía que "nunca se cerraron". No ha dado tiempo a que se cierren. No han pasado más de 100 años aún. La diferencia con Dachau es que allí murieron incinerados tres millones de inocentes. Aquí no sabemos cuánta gente de un bando y de otro murieron. Pero esos cadáveres no son polvo. Son huesos y cráneos que siguen apareciendo desde fosas comunes.
Y sus voces también pueden oirse. Se pueden oir desde muchos sitios desde el Norte hasta el Sur. Sus gritos lo único que piden, se escucha bastante claro, es que mimemos y cuidemos nuestra democracia. Sólo por toda esa sangre derramada, merece la pena que nos encomendemos, todos, a esta viva misión.
1 comentario:
Yo en esto, me temo que opino como nuestro colega, Sánchez-Dragón... "Me avergüenzo de haber nacido español...."
Y es lo que hay, las guerras nos distancian, cuando en verdad debíeramos ser ciudadanos del mundo, que no existieran fronteras y que todos estuviéramos unidos como los componentes de un cemento universal compuesto de polveo de estrellas...
Pero somos hombres, quizás algún día lo consigamos.
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