Éste libro me ha enseñado a saber valorar lo que tenemos actualmente en cuanto a técnicas quirúrgicas y a nocionas básicas. Cuando digo nociones básicas me refiero a: evitar infecciones y evitar el dolor.
En unos tiempos en los que no se valora a la digna profesión médica, tenemos de todo y no sabemos valorar que hace algo más de un siglo, la gente se operaba con dolor, con mucho dolor. Que una cesárea estaba prácticamente condenada a la muerte de la madre. Que sacar una muela podía ser un proceso inolvidable para el paciente. Que pocos o casi ningún cirujano se atrevía a operar una barriga porque todos los seres humanos del planeta se morían debido a unas "fiebres purulentas". En fin. Ahora las quejas son otras. Porque, evidentemente, el listón está más alto que nunca.
Pero me da qué pensar una cosita. Tengo un amigo que estuvo rotando el pasado año en Estados Unidos y me comentaba el respeto tan considerable y la pulcra educación de cualquier paciente ante el cirujano. Y es que, claro, allí se paga. Y cuando digo, se paga, es que se paga. Allí no hay colas en Urgencias, por un dolorcito de muela, por hacerse una radiografía y ver cómo tiene uno hoy la rodilla. No. El dinero. El asqueroso Dios venerado por todos. Eso es lo que hace que allí le traten a un cirujano como a un cirujano y aquí te traten como "eh, tú, como no salga bien la operación, verás..." (como le dijeron aquí a un compañero mío).
En fin, éste desde luego es el siglo de los cirujanos por muchos avances y tecnologías, que Gracias a Dios, podemos aplicar en el día a día para poder diagnosticar y tratar mejor los defectos de la Madre Naturaleza. Ojalá que fuera también el Siglo del RESPETO a esta honrada profesión que no es igual (no puede serlo) que cualquier otra. Arte y Ciencia.
8 comentarios:
Ya podias haber puesto otra foto, pichita....que parece que estais jugando a las cartas.....
Me ha encantao el artículo, a pesar de que, como dice Chano, parece que estáis echando una partida de dominó, abriendo con el seis doble con virulencia sobre la barriga del paciente, convertida en ocasional mesa de mármol.
Ay, amigo, que ahora resulta que os tratan como a cualquier profesional de cualquier ramo… Tendréis que apechugar. ;o)
Muy buen libro, sí señor. Genial cuando el propio Hartmann cuenta cómo le parecieron una gilipollez las ideas de Semmelweis para evitar la fiebre puerperal en las parturientas. O el detalle de que, en ese tiempo, sólo parían en los hospitales las putas.
Llevas razón, yo no paro de ver cirujanos por la calles arrastrados por caballos.
Pol, sin ofender y sin ser clasista, si no ves la diferencia entre un electricista y un chapero... lleva cuidado la próxima vez que te quedes sin luz en tu casa.
Digo yo que, cuando uno se queda sin luz en su casa, es porque tiene una: es decir, porque hay arquitectos, ingenieros, delineantes, aparejadores, promotores y constructores que se atreven a hacerla, a pesar de que cualquier mínimo fallo en la construcción o en el terreno les puede llegar a ser achacable durante 10 años. Porque es su trabajo, vamos: un decenio con una espada de Damocles por cada obra que hacen, sabiendo que se puede derrumbar y matar a to quisque que viva dentro, y que será culpa suya.
Lleva cuidado tú, no vaya a ser que quieras un día una casa por no morirte de frío a la intemperie, y te diga el arquitecto que no se atreve. Arquitectura defensiva, creo que lo llaman. Y a todo esto que estoy diciendo yo lo llaman perspectiva.
Espera, cabrón, si tú te acabas de reformar la casa… ;o)
Llevas toda la razón, Pol. Un arquitecto sí es un profesional a la altura de un cirujano.
Es lo que tiene la ciencia, la más burda de las meretrices, te lo exige todo y a cambio no te da nada...
Pero los que elegimos ese camino, sabemos que estamos solos.
Un abrazo, primo.
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